Texto de la serie Relatos del Bolsillo / Ilustración David De Las Heras

Se despeja el meridiano, lo trémulo del aire me hace pensar en una sinfonía: —todo está pasando aquí y ahora- y reviro: —¿Entonces para qué escribir, si existe el infinito?—.

Aturdido, me siento en una banca, da la espalda a un quiosco, palomas se derruyen con desperdicios, migajas… deberían volar, pero están empedradas.

Me instalo en los sueños que vuelan sin disiparse, escribo:

— Idea pasajera, dame una voz —.

Pienso… y ahí, en el imaginario, aparece una boca, le sigue un aliento. La tomo de los labios y la coloco al lado mío, a la altura de la oreja, se sostiene con el vuelo corto de una paloma.

Tomo un lápiz de entre el azul fresco de la mañana y escribo este momento.

El aliento me pregunta: —¿A dónde queremos ir? —.

Respondo: —Antes de un dónde necesitamos un camino—.

Escribo: —El aliento me ha traído al presente sin pedírselo, por lo que mientras voy caminando construyo mi propia voz—.

Recuerdo: —En el principio del relato me perdí en el infinito, ahora soy parte de un presente que pasa redactado—. Se compensa frágil mi caos, aterrizo una idea: —El tiempo sigue aquí y es sólo un regalo, un acompañante. Mi voz—.

Las palomas escucharon y ya emprenden el vuelo con mi aliento.

Sí, otra vez se devino fugaz.


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